Convocatoria 2012 a poetas y narradores

Convocatoria 2012 a poetas y narradores
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lunes, 21 de julio de 2008

Madres de la plaza, el pueblo las abraza

Apuntes para una historia de las Madres Fundadoras

A un año del golpe del 24 de marzo de 1976, el escritor Rodolfo Walsh, escribía su Carta a la Junta Militar donde definía la situación de la Argentina “Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror. Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio”.

Una generación de jóvenes militantes, fue diezmada. Provenientes de diferentes sectores y extracciones sociales y políticas, tenían un denominador común, soñaban con un mundo mejor. Eran luchadores generosos que abrazaron a la utopía como un estilo de vida. Y a la ética de la solidaridad como un camino para alcanzarla.
Los familiares de las víctimas comprobaban que un día no regresaban o eran arrancados violentamente de sus casas. El estado se convirtió así en terrorista operando a través de los “grupos de tareas” integrados por elementos policiales, civiles y militares que secuestraban y conducían a miles de personas a los centros clandestinos de detención, donde los torturaban y en la mayoría de los casos, asesinaban. La desaparición forzada, fue la metodología empleada para imponer el terror e instaurar así el plan económico que padecemos hasta nuestros días.
Esta crueldad se extendía a los familiares, que ignoraban la suerte de su ser querido que ingresaba en la categoría de “desaparecido”.
Y ante la ausencia inexplicable, dolorosa, un vacío donde se intuía el horror, los familiares iniciaban su peregrinación por los juzgados, el Ministerio del Interior, cuarteles, dependencias policiales, hospitales, morgues, Iglesias, pidiendo ser recibidos, planteando sus dramas, pero las respuestas eran ambiguas y en algunos casos culpabilizaban a los padres por la suerte corrida por sus hijos. En estas búsquedas desesperadas sufrían humillaciones y el desgaste era inevitable.
En esas recorridas se encontraban día a día con personas que narraban secuestros parecidos y que se sumaban por cientos. Mientras tanto la prensa que apoyaba la dictadura militar se empeñaba en una campaña que hacía parecer a los desaparecidos, como asesinados por sus compañeros de militancia o autoexiliados fuera del país.
Era común que las familias hablaran con un cura conocido y este los remitiera a su Obispo, que a su vez los enviaba al Vicariato de la Marina, allí los atendía monseñor Grasselli o su secretario quien escuchaba a los visitantes, revisaba sus ficheros y se comprometía a obtener alguna respuesta. Y es así que a algunos les decían que su hijo había sido fusilado u otros detalles para hacer creíble la averiguación. Estas informaciones las brindaban luego de pedir todo tipo de detalles sobre la víctima, sobre todo las que podían servir a las Fuerzas Armadas.
En esta suerte de terror y silencio aparecieron las Madres de Plaza de Mayo, un pequeño grupo de mujeres que luego de recorrer despachos, sacristías, ministerios decidió desafiar al mismo poder militar para reunirse y empezar a luchar ya no solo por sus propios hijos sino por todos los desaparecidos.
Fue precisamente, en esta dependencia eclesial, cuando corrían los primeros días del mes de abril de 1977, que los que esperaban ser atendidos, escucharon la voz firme de una mujer que resonó con fuerza: “Es inútil – decía – seguir yendo a los juzgados y a las comisarías, es inútil seguir aquí mismo, nos ocultan todo – y lo decía mientras golpeaba la cartera contra su pierna, como para dar más energía a su discurso – tenemos que ir a Plaza de Mayo porque allí se produjeron a través de los años, las más grandes concentraciones y los hechos políticos y sociales significativos. Y una vez allí, cuando seamos muchas, cosa que va a ser pronto porque es increíble como se están llevando a la gente, debemos ganar la calle y meternos en la Casa de Gobierno para imponerle a Videla que es lo que pretendemos. Hay que reunirse y organizar esto”.
Estas fueron las palabras de Azucena Villaflor de Devicenti y fue aceptada por
la mayor parte de las mujeres allí presentes que empezaron a intercambiar teléfonos y a pensar en otros familiares a los que le podrían avisar.
Y así se iniciaron los sucesivos encuentros en bares, confiterías y domicilios particulares, en una clandestinidad a la que no estaban acostumbradas. Salir de casa era desafiar al terror.
El sábado 30 de abril de 1977 a las 4 y media de la tarde fue la primera reunión en la Plaza de Mayo, 14 mujeres, catorce historias de dolor, y de búsqueda. Llegaron con su valentía, movidas por el deseo de encontrar a sus hijos. Los nombres de la dignidad y el coraje: Azucena Villaflor de Devicenti; Beatriz Aicardi de Neuhaus; Mirta Acuña de Baravalle; Raquel Arcuschin; Elida Caimi; Haideé Gasteliú de García Buela; Raquel Mariscurrena; Delicia Miranda; Cándida, Julia, Mercedes y María Adela Gard; Pepa Noia y una joven que permaneció en el anonimato.
No estuvieron presentes, en ese encuentro inaugural, Nora Cortiñas, Juanita Pargament y María del Rosario de Cerrutti, pero las tres colaboraron, durante los días previos en su preparación.
No hubo ronda, ni pañuelos blancos. No era jueves y tenían miedo. Casi todas apenas llevaban un monederito, con algo de plata y los documentos. No se animábamos a usar cartera para que nadie pensara que tenían armas, bombas o algo parecido. Ese día hacía calor y como cualquier sábado la plaza estaba desierta. De a poco, fueron llegando al lugar. Pensaban en sus hijos, en aquellos que el terror les había arrebatado. Se reunieron, paradas, al costado de la Pirámide que da a Rivadavia. Allí, durante media hora, hablaron de quienes habían habitado su vientre y su corazón. De sus angustias y de sus esperanzas por encontrarlos.
Ellas querían que esos encuentros fueran visualizados por la sociedad, que se supiera lo que estaba pasando, necesitaban ser escuchadas y decidieron cambiar el día de reunión en la Plaza a un día hábil, con mayor afluencia de gente. Se volvieron a encontrar al viernes siguiente, y el número de madres asistentes se duplicó. Aprobaron un borrador con el pedido de una entrevista a las autoridades del gobierno.
Dos semanas después se dieron cuenta que los viernes era "día de brujas" y que podría traerles mala suerte. Fue cuando se decidió que estas reuniones iban a realizarse todos los jueves.
El primer jueves, aquel borrador se transformó en una solicitud de audiencia formal, la firmaron las madres presentes y la presentaron en el Ministerio del Interior. Y cada semana se acercaron a este organismo público en busca de una respuesta.
De a poco, aumentaron las participantes y de esas primeras 14, llegaron a 70 y, un año después, a más de cien.
Los hombres se quedaban en los alrededores, siempre listos para ver si les pasaba algo. Si las llevaban presas se presentaban en las comisarías con un abogado que hacía los trámites necesarios para liberarlas.
Al principio decidieron quedarse media hora, la policía las sacaba por un lado y ellas ingresaban por otro hasta que se cumplía el tiempo previsto.
En los primeros tiempos se reunían donde ahora hay unos bancos de ladrillos y en aquella época había canteros. La policía se acercó y les dijo que más de dos o tres personas no podían estar juntas porque había Estado de Sitio, que tenían que caminar. Así fue que empezaron a caminar de a dos, daban vuelta alrededor del monumento a Belgrano, que estaba más cerca de la Casa de Gobierno.
Cuando el Mundial, había tantos periodistas en la Plaza, que cubrieron el lugar con policías para que no dieran vuelta delante de los cronistas, entonces empezaron la ronda alrededor de la pirámide.
Dos meses después de presentada la solicitud de audiencia, una delegación de las madres fue recibida en los despachos del Ministerio del Interior, por Albano Harguindeguy, quien se comportó según cuentan como un grosero, negando reiteradamente todas las afirmaciones sobre secuestros, torturas y desapariciones que le plantearan. En la Plaza alrededor de 60 madres esperaban, y cuando regresó el grupo de la entrevista, al enterarse de los resultados. Redoblaron fuerzas y decidieron no abandonar la cita de los jueves, para con su presencia seguir denunciando el horror y la desaparición de sus hijos.
Caminar juntas, del brazo, contándose las penas y las historias particulares, desafiando las crueldades de la dictadura militar fue generando la unidad y el sentido de pertenencia de este grupo de mujeres que empezaron a demostrar su valentía en pequeñas acciones. Cuando con afán intimidatorio le pedían el documento a una, se acercaban y le entregaban al policía los documentos de todas. Esta acción generaba desconcierto y les permitía prolongar la estadía en la plaza, porque complicaban así la tarea de identificación.
Quizás, ese fue el momento en que empezaron a nacer de nuevo, y fueron sus hijos los que engendraron en ellas esa fuerza que todavía las anima. Una a otra se daban ánimo y la resistencia se transformó en su manera de vivir.
A medida que pasaba el tiempo el número de Madres aumentaba porque aumentaba el número de desaparecidos. La presencia de las madres en la Plaza era conocida por comentarios de boca en boca, puesto que así como no existían los "desaparecidos" para la prensa, tampoco existían las Madres.
Estas heroicas mujeres trataban de asistir a todos los eventos, sucesos en donde se reuniera gente para dar testimonio y hacer conocer la situación de sus hijos desaparecidos, así fue que el 20 de junio de 1977, se realizaría un encuentro religioso en la cancha del Club San Lorenzo, allí se haría presente el Nuncio. Las madres se mezclaron entre los presentes y en el momento más oportuno, desplegaron un gran cartel, desde una tribuna alta que daba a la Avenida La Plata, en el que pedían la aparición con vida de los desaparecidos.
También realizaron acciones cuando venían personalidades extranjeras, como los norteamericanos -Terence Todman y Cyrus Vance. Eran decisiones muy arriesgadas en momentos en que nadie se animaba a cuestionar a la dictadura militar.
Precisamente a mediados de agosto de 1977 cuando llegó al país Terence Todman, un funcionario estadounidense para temas relacionados con América Latina, al que intentaron entrevistar pero sin resultados, fueron a la Plaza, y llamaron así la atención de los periodistas extranjeros que estaban en el lugar. Una cronista norteamericana, llamada Sally Cari se acercó para ver quienes eran esas madres. Al iniciar una entrevista con ellas, apareció un hombre de civil que le pidió su pasaporte, retirándoselo, lo mismo que su grabador. Un grupo de madres se abalanzó sobre él, recuperando así las pertenencias de la reportera. Y luego en un taxi, la acompañaron hasta la embajada norteamericana. La información de lo sucedido apareció en el Buenos Aires Herald y en el New York Time. Así como decidieron hacerse visibles en la Plaza de Mayo, para denunciar ante la sociedad argentina, la desaparición de sus hijos, empezaron a comprender que también era necesario salir al mundo para hacer conocer las violaciones a los derechos humanos de la dictadura militar.
Los pañuelos blancos en las cabezas de las Madres también aparecieron meses después. Fue a principios de octubre del 77, cuando hicieron el primer acto fuera de la Plaza. Fueron a Lujan y como no tenían forma de reconocerse, decidieron ponerse los pañuelos blancos para identificarse entre ellas en el tren y en los colectivos. La elección no fue al azar: los pañuelos eran lo más parecido a los pañales, que eran de tela, y a juicio de las Madres constituían el símbolo de la maternidad. A esta peregrinación se sumaban millares de personas y finalizó con una misa frente a la Basílica que celebro el Cardenal Juan Carlos Aramburu. Frente al altar se colocaron las Madres con un gran cartel con fotos de sus hijos desaparecidos, con el que luego dieron vuelta a la plaza para que los vean bien.
Aquel pañuelo, en el que luego bordaron los nombres de los desaparecidos, se transformó en un símbolo en la lucha por los derechos humanos y es respetado en el mundo entero.
Las Madres tuvieron un apoyo incondicional en toda esta etapa en que enfrentaron a la dictadura, de un abogado que les abría su casa, las asesoraba, las escuchaba, les brindaba apoyo legal, era Emilio Fermín Mignone, y fue quien se ocupó años más tarde de darle formato legal a la asociación de Madres.
En el Parque Pereyra realizaron su primera gran reunión clandestina, en ese espacio abierto y arbolado, camino a La Plata, simularon un encuentro de mujeres que se reunía para despedir a dos compañeras de trabajo que se jubilaban. En esa asamblea se dieron una organización territorial para comunicarse y permitir el ingreso de nuevas integrantes.
Los jueves en la Plaza no eran días de fiesta, las intimidaciones permanentes, los autos estacionados con hombres de civil que las observaban, cada semana se vivían nuevas escaramuzas con la policía. Las madres y los familiares eran apresados por algunas horas y luego liberados. Las llevaban presas a cada rato. Las golpeaban. Ponían perros en la Plaza para atacarlas y se defendían con un diario enroscado. Les tiraban gases. Aprendieron a llevar bicarbonato y una botellita de agua. Para poder resistir.
En 1976 Amnesty International da a conocer una lista de 2.500 desaparecidos. Publicando desde esa fecha de manera periódica informes sobre las violaciones a los derechos humanos en las cárceles argentinas.
El 14 de octubre de 1977, cerca del día de la madre, llevaron junto a otros familiares, un petitorio a la CAL (Comisión de Asesoramiento Legislativo) que hacía las veces de pseudo Congreso, y se realizó así la primera marcha masiva frente a ese edificio, en donde también tenía su cede la Junta Militar. Este petitorio estaba acompañado por 24 mil firmas, .entre ellas las de varios miles de obreros que firmaban los petitorios en los baños de sus fábricas, pues la represión prohibía que lo hicieran en los recintos fabriles. Eran dos pesados paquetes llevados por una delegación de madres y familiares, que ingresó al edificio por la calle Rivadavia, mientras tanto centenares de familiares de desaparecidos esperaban en la Plaza contigua.
La policía empezó a reprimir a los manifestantes y se aprehendió a alrededor de 300 familiares entre ellos a dos sacerdotes y dos monjas y a varios corresponsales extranjeros—que fueron subidos a ómnibus de pasajeros confiscados en el momento y llevados a la seccional de policía, donde luego de ser identificados e interrogados se los puso en libertad (a algunos de ellos recién en la tarde del día siguiente).
En la comisaría quinta, las pusieron en un patio. Allí estaba Azucena, que las alentaba y la monja francesa desaparecida Alice Dumon, que rezaba. Luego de identificarlas, las fueron largando de una en una, la excusa era escándalo en la vía pública. Estas madres pensaban que solo las podrían llevar detenidas por algunas horas, pero recuerdan el mensaje de un comisario de la cuarta que les dijo: “si acá en vez de los azules estuvieran los verdes les hubiera pasado lo mismo que a sus hijos” Todo era miedo y dolor pero también valentía y coraje. Ese amor profundo por los hijos desaparecidos que transformaron a estas mujeres en madres heroicas, construyendo una épica sin más armas que un pañuelo y una ronda. Azucena Villaflor les dejó su consigna inicial: - Todas por todas y todos por nuestros hijos. Era el deseo y el compromiso de las Madres por la lucha colectiva y no individual. Solo la fuerza del conjunto permitió seguir la búsqueda. Ya no son madres de un solo hijo, son madres de todos los desaparecidos.
El jueves 8 de diciembre de 1977 a las ocho y media de la noche un grupo de hombres vestidos de civil, que se identificaron como policías, interceptó a los familiares de desaparecidos que salían de la Iglesia de la Santa Cruz, donde habían estado recolectando la plata para una solicitada que saldría en el diario La Nación dos días después. Se llevaron a nueve personas: la monja francesa Alice Domon, Angela Aguad, María Esther Ballestrino de Careaga, Raquel Bullit, Eduardo Gabriel Horane, José Julio Fondevilla, Patricia Cristina Oviedo, María Eugenia Ponce de Bianco y Horacio Aníbal Elbert. Ese mismo día desapareció de su atelier Remo Carlos Berardo, quien también participaba de las reuniones de la Santa Cruz. Dos días después, cuando iba a comprar el diario para ver la solicitada, fue secuestrada Azucena Villaflor. Al mediodía se produjo la detención de la compañera de Domon, Leonie Duquet. El “Angel Rubio”que también usaba el alias “El Cuervo” y “Alberto Escudero”, se presentó ante las Madres de Plaza de Mayo con la identidad falsa de Gustavo Niño, hermano de desaparecido y comenzó a participar de las reuniones de los familiares. Proporcionó los datos que guiaron a la patota de la ESMA hasta la Santa Cruz y terminó su tarea marcando a sus víctimas con un beso. Durante su infiltración, Astiz procuró ganar la confianza del todos, especialmente de Azucena Villaflor. El grupo de la Iglesia de la Santa Cruz fue alojado y torturado en ese centro clandestino.
Pese a todo, la solicitada fue publicada el 10 de diciembre en La Nación, firmada por 800 personas, entre ellas algunos de los que acababan de secuestrar y el propio Gustavo Niño. El paso fue importante para que los organismos de derechos humanos empezaran a obtener apoyo en el exterior.En las horas inmediatas al operativo, los sobrevivientes no sabían bien cuánta gente faltaba. Su grado de confianza en Astiz era tal que en el recuento de los que no aparecían lo mencionaron. Recuerdan inclusive una anécdota: un día, en la Plaza, la policía intentó llevarse a Gustavo Niño y las Madres lo defendieron a golpes. Seis meses más tarde, lo reconocieron cuando les llegó una carta de Francia denunciando que se trataba de un capitán que había intentado infiltrarse también en organismos de derechos humanos de ese país, con el nombre de Alberto Escudero. Volverían a identificarlo durante la guerra de Malvinas. Los diarios dieron a conocer una fotografía que lo mostraba con barba, pero sin dudas él, en el momento en que firmaba la rendición frente al capitán del “Endurance”, Nicholas Barker.
La dictadura militar menospreció la capacidad de lucha de las madres y la fuerza de amor que ponían para conseguir información de sus hijos, las llamaban " las locas de Plaza de Mayo". Suponían que las doblegarían con el secuestro masivo de sus integrantes. Al jueves siguiente fue difícil regresar a la Plaza, el miedo parecía paralizarlas, pero siguiendo el ejemplo de Azucena Villaflor, que les marcó un camino, allí estuvieron, con la tenacidad del amor que las impulsaba.
Fue importante el apoyo que recibieron en esos días de la Embajada de Suecia, allí eran recibidas y escuchadas.
Durante el Mundial 78, la gran afluencia de periodistas extranjeros favoreció este intento de las Madres de hacer conocer en el mundo la verdad sobre los desaparecidos. Este evento deportivo fue una operación política orquestada por la dictadura militar, para lavar su imagen en el exterior y encubrir la represión más salvaje en la historia de América latina. Tal como lo hizo Hitler en 1936 con la manipulación de los Juegos Olímpicos de Berlín, así la junta militar encabezada por Jorge Rafael Videla intentó convertirlo en una "gesta patriótica" que facilitara su permanencia en el poder.
Pocos lo saben, pero a la misma hora en que Alemania y Polonia abrían la Copa en la cancha de River, Ronnie Hellstrom, arquero de la selección sueca, se convertía en el único jugador del mundial que prefería estar frente a la Casa Rosada acompañando la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, que reclamaban por sus hijos. Holanda, junto con Francia, encabezó la campaña para boicotear el Mundial, iniciada por organismo de derechos humanos y agrupaciones de izquierda. Creando así el Comité Organizador de Boicót contra la Argentina (COBA), cuyo presidente era el periodista francés Francois Geze. Pero fue gracias a los periodistas que vinieron a cubrir el Mundial, que las Madres de Plaza de Mayo tuvieron sus primeros grupos de apoyo desde el exterior. En 1980 adquieren una sede social, dejando atrás las reuniones en sus casas particulares, gracias a una donación de SAAM (Asociación Holandesa de Mujeres que se había gubernamentales. La revista Para Ti regalaba postales a sus lectores para que las enviaran a los políticos y organizaciones que protestaban por las violaciones de los derechos humanos. La revista Somos alertaba, a pocos días de comenzado el Mundial, sobre un "subversivo" detenido que podía ganar el Premio Nobel de la Paz (Adolfo Pérez Esquivel). Y mientras el periodista Julián Delgado desaparecía en pleno Mundial, Bernardo Neustadt (por entonces reconocido periodista político) alababa a Jorge Rafael Videla desde la revista Gente. Hasta el periodismo deportivo abandonó su conservador slogan de no "mezclarse" con la política, cuando José María Muñoz victoreaba e idolatraba a Videla en el momento en que el dictador entregaba la Copa Mundial a Daniel Passarella. El mismo Muñoz, un año más tarde, en los festejos por el Mundial Juvenil ’79 promovió las celebraciones en Plaza de Mayo, donde a solo metros se denunciaban desapariciones ante una comisión de la OEA."Los argentinos somos derechos y humanos", se decía entonces. Las Madres comienzan a salir al exterior para hacer conocer el drama de los desaparecidos primero a Europa luego a EEUU entre los años 1978-1979, también salían para pedir apoyo y solicitar que se aislara a la Dictadura Argentina.Fueron escuchadas e invitadas una y otra vez. Amnesty International patrocinó un viaje en 1979 que abarcó 9 países para exponer ante gobernantes democráticos de Europa y los Estado Unidos la situación real en la República Argentina.El prestigio de las Madres en todo el mundo creció de tal manera que en otros países de América Latina y del Asia con problemas similares surgieron grupos de que se reúne con las madres.
La Organización de los Estados Americanos, debido a la cantidad de reclamos recibidos, envió el 6 de septiembre de 1979 a una representación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos con el objeto de constatar, a través de la observación directa, la veracidad de tales denuncias. Dicha Comisión se expidió a través del "informe sobre la situación de los derechos humanos en la Argentina", publicado oficialmente el 11 de abril de 1980. En ese documento la Comisión, luego de examinar una gran cantidad de casos individuales, llego a la conclusión de que, por acción u omisión de las autoridades públicas, se cometieron en el país en el periodo 1975 a 1979 numerosas y graves violaciones de derechos humanos, reconocidas en la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre.La Comisión entendió que, en particular, esas violaciones habían afectado el derecho a la vida, el derecho a la libertad personal, el derecho a la seguridad e integridad personal, el derecho a la justicia y al proceso regular y a la libertad de expresión y de opinión. El método utilizado para realizar la observación que dio como resultado el informe fue explicado en la audiencia por el doctor Tom James FARER, quien concurrió en aquella oportunidad como integrante de la Comisión. Explicó que la decisión de investigar lo sucedido se debió básicamente al enorme aumento de las denuncias a partir de 1976, ya que con anterioridad se habían registrado muy pocas, la gravedad de los cargos que se formulaban en tales denuncias y la absoluta falta de respuesta seria por parte del gobierno argentino.Con relación a la visita explico que las autoridades militares intentaron en un primer momento condicionar las actividades de la Comisión, pero que finalmente accedieron a que se cumplieran las reglamentaciones del organismo internacional sobre el punto. Con relación a las entrevistas mantenidas con el presidente, con el Ministerio del Interior y con autoridades militares, manifestó que en todos los casos la respuesta fue ambigua, recibiendo por parte del gobierno continuas menciones sobre la existencia de una guerra sucia, aunque nunca en forma suficientemente categórica como para reconocer que se habían conculcado derechos elementales. Luego afirmó haber visitado cementerios donde se le habría informado sobre la existencia de inhumaciones clandestinas realizadas por personal de las Fuerzas Armadas y haber descubierto que la mayoría de los prisioneros a disposición del Poder Ejecutivo eran personas que habían sido originalmente secuestradas y torturadas.
Ya a comienzos de los 80 las Madres de Plaza de Mayo retomaron la plaza en la que habían mantenido una presencia sostenida a partir de apariciones sorpresivas. El arquitecto argentino Adolfo Pérez Esquivel recibió en octubre el Premio Nóbel de la Paz, por ser un destacado defensor de los derechos humanos.
En 1981 la presión popular y el reclamo de elecciones obligó al general Viola, a salir al cruce con su recordado: “Las urnas están bien guardadas.
En diciembre de 1981 se hizo cargo de la Presidencia de la Nación Leopoldo Fortunato Galtieri en reemplazo de Roberto Viola. La crítica situación económica y el descontento social eran incontrolables. El 30 de marzo de 1982, la CGT organizó una manifestación con la consigna "pan, paz y trabajo". El gobierno reprimió con dureza.
Dos días después, el 2 de abril, Galtieri convoco al pueblo a la Plaza de Mayo. Había comenzado La guerra de Malvinas. Y allí también estuvieron las Madres con un gran cartel que decía: "Las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también". Las Madres advirtiendo a la sociedad que la guerra era una farsa más de la dictadura militar, y es así que fueron acusadas de antinacionales. Ellas conocían bien a los asesinos de sus hijos. Sabían que nada bueno podía venir de ellos. La guerra concluyó el 14 de junio, con la rendición argentina. La derrota marcó el derrumbe político del régimen. El regreso de los soldados arrojó luz sobre las sospechas de lo que habían padecido, sin los pertrechos y el entrenamiento suficientes para enfrentar a los británicos. La derrota catastrófica de Malvinas y el conocimiento de la muerte de centenares de jóvenes argentinos (más de 600), deterioraron el frente militar, pero sobre todo, la reputación del ejército, al cual se consideró como mayor responsable del desastre. Surge en esta etapa un fuerte clamor popular a favor de la verdad, la justicia y los derechos humanos. La sociedad parecía despertar de su letargo. Con la renuncia de Galtieri el comandante del Ejército, general Cristino Nicolaides, designaría al general retirado Reynaldo Benito Bignone como presidente de la República. Se trataba de preparar una retirada militar del poder lo más decorosa posible para el sector castrense.
Sin duda, la mayor síntesis lograda por las Madres en su reivindicación de las formas vitales ha sido la consigna Aparición con vida, claramente expresada con esos términos en el curso del año 1981 y con la que convocan a la Primera marcha contra la amnistía planeada desde el gobierno.
Las Madres también estuvieron presentes ante los políticos de la Multipartidaria reclamando por sus hijos desaparecidos. Aportaron documentos en el que relataban lo que ellas habían hecho y los instaron a no heredar el horror de los militares.
Varios países europeos reclamaron, vía diplomática, por ciudadanos oriundos de ese continente, que figuraban en las listas de los detenidos-desaparecidos. Al año siguiente las marchas de denuncia y reclamo de justicia se sucedieron. En agosto, a las "Madres de Plaza de Mayo" se sumaron las "Abuelas de Plaza de Mayo".
La presión política y social creciente, obligaría a Bignone a anunciar la convocatoria a elecciones para el 30 de octubre de 1983. No obstante, ello no significaría dejar sin efecto las maniobras militares destinadas a licuar de poder al futuro gobierno democrático, fundamentalmente en relación a todo intento de revisión de lo actuado por el Proceso de Reorganización Nacional.
Durante el mes de septiembre, a tan solo dos meses de las elecciones generales, el presidente Bignone firmaría la "Ley de Pacificación Nacional", a la sazón, un decreto en que se fijaba una auto amnistía para todos aquellos que habían formado parte del poder militar desde 1976 a la fecha.
Como respuesta a la "iniciativa" se incrementaría la movilización popular. Unas cuarenta mil personas marcharon el 19 de agosto de 1983 en oposición a la ley de amnistía que elaboraba el gobierno militar. Esta manifestación fue convocada por las Madres de Plaza de Mayo y loa organismos de derechos humanos. Las consignas más coreadas fueron: “No hubo errores, no hubo excesos, son todos asesinos los milicos del proceso” “Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar”
Bignone promovería un mayor intercambio político institucional con la entonces Multipartidaria (ámbito de confluencia de numerosos líderes y expresiones partidarias) aunque con un objetivo esencial: garantizar condiciones que aseguraran la intangibilidad de los miembros y funcionarios del "Proceso" en términos judiciales. El 30 de octubre 1983, con gran entusiasmo popular, se concretaron las elecciones. Alfonsín, líder de la U.C.R., resultó electo Presidente de la Nación con el 52% de los votos contra el candidato peronista Italo Luder que obtuvo el 40%.
La asunción presidencial de Alfonsín fue acompañada por la algarabía popular. En las calles las Madres repetían sus clásicas demandas: “Ahora, ahora, resulta indispensable, aparición con vida y castigo a los culpables. Cuarenta y ocho horas antes del cambio de gobierno habían realizado su manifestación en Plaza de Mayo, marcha que llegó hasta el Congreso con la participación de Adolfo Pérez Esquivel y de Patricia Derian, ex secretaria de Derechos Humanos del gobierno estadounidense de James Carter.
El 29 de diciembre de 1983 Ernesto Sabato fue elegido Presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de personas (CONADEP). La misma tuvo a su cargo investigar y publicar un informe sobre los crímenes de Estado cometidos por la dictadura militar, en el poder entre 1976 y 1983. Se relevaron miles de casos de desaparición, tortura y ejecuciones. Cada caso fue documentado en un archivo numerado. Se compilaron más de 50.000 páginas de documentación. Un resume, fruto de las tareas de dicha comisión, fue publicado en un reporte oficial en el año 1984. Se trata del libro Nunca Mas. informe de la Comisión Nacional sobre la desaparición de personas (Eudeba, 1984). En dicho informe se da testimonio de la desaparición y muerte de más de 30 mil personas durante la dictadura militar.
Bajo la presidencia democrática de Raúl Ricardo Alfonsín se lleva adelante el juicio a las juntas militares en el que se condenó a Jorge Videla y Emilio Massera a cadena perpetua. Con Alfonsín llegaron las esperanzas, los juicios y también las absoluciones y las leyes del Punto Final, y la Obediencia Debida.
Allí las Madres iniciaron una nueva batalla: la lucha contra la impunidad. Marchas multitudinarias, encabezadas por estas mujeres heroicas, contra las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y luego contra los Indultos de Menem marcaron la temperatura de la lucha por los Derechos Humanos. Los juicios por la Verdad, y el largo camino en pos de la anulación de las leyes del perdón. Fueron jalones de una historia que las lleva como protagonistas en busca de la verdad y la justicia.
En 1986 las madres se dividen. Las Madres Línea Fundadora surgieron en enero de ese año, en rechazo de toda metodología autoritaria y por importantes diferencias con la Asociación Madres de Plaza de Mayo, sobre la necesidad de preservar la memoria y tener en vista perspectivas históricas.
Cuando el grupo de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora se escindió de la Asociación que pasó a presidir Hebe de Bonafini, se quedaron sin casa. Las primeras reuniones se hicieron en casas particulares, luego fueron recibidas en instalaciones del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, para - finalmente - compartir sede con el Servicio Paz y Justicia del Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel. La falta de casa propia fue siempre una deuda pendiente de la organización. Adquirirla no era una tarea fácil. La situación económica del país fue haciendo que los aportes fueran cada vez más magros. La recuperación de la democracia hizo que la solidaridad internacional se dirigiera a países más necesitados como Colombia y Guatemala. Finalmente, un grupo de amigos de las Madres decidió realizar una campaña para recaudar finanzas e intentar adquirir una casa propia. La tarea era un verdadero desafío. Y la consigna renació junto con la tarea del grupo "Pro casa". "La Casa de las Madres la compra el pueblo" comenzó a escucharse en reuniones y recitales. Se hicieron numerosas actividades. La solidaridad de los artistas se sumó a la del pueblo en su conjunto hasta culminar con 30 mil personas bajo una lluvia impiadosa que no pudo con ellas, en un recital internacional en el estadio de Ferro. Fueron 30 mil como los desaparecidos. Y así, como un signo, un mensaje y un ejemplo, se terminó de reunir el importe anhelado. Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora inauguró al fin su nueva casa. Al cien de la calle Piedras comenzarán a escribir una nueva página de su rica historia. El termómetro de la actividad política demostró que el pueblo quiere seguir abrazando a las Madres de la Plaza.

Año a año se siguen sucediendo las Marchas de la Resistencia, rodeadas por organismos de derechos humanos, por trabajadores y luchadores sociales, las Madres ya no están solas. Un hecho emotivo fue “el traspaso de los pañuelos a miembros de la agrupación HIJOS, fue en la 22 Marcha de la Resistencia. Estas madres que a lo largo de tantos años viene pidiendo por su hijos detenidos -desaparecidos, nombraron a sus nietos como herederos de su lucha.
Las Madres resistieron la opresión y lucharon por la libertad. Rechazaron la impunidad y siguen luchando por la justicia. Podemos encontrarlas en cualquier lugar del país, en una fábrica recuperada, junto a los que más necesiten, junto a los que precisen consuelo, cerca de los jóvenes. Ellas nos marcan el camino.
Unidas por un pañuelo blanco, siguen exigiendo VERDAD y JUSTICIA: ellas dicen «...nuestros hijos fueron secuestrados por soñar con una patria más libre y justa y reivindicamos ese sueño, atrozmente truncado...»
Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora integra la Federación de Asociaciones de Familiares de Detenidos Desaparecidos de América Latina (FEDEFAM). A lo largo de estos años, ha mantenido relaciones de trabajo con entidades internacionales de defensa de los Derechos Humanos: Amnesty International, Human Rights Watch, Americas Watch, C.I.C.R., Consejo Mundial de Iglesias, Fundación Mitterand, SAAM (organización holandesa de solidaridad con Madres de Plaza de Mayo), Coordinadora de Derechos Humanos de París y Grennoble, Francia entre otras.
Las Madres han intervenido en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en la OEA (Organización de Estados Americanos), el Parlamento Europeo y la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos), entre otras organizaciones intergubernamentales.
Integran la Asociación civil Memoria Abierta, coordinación de organismos de derechos humanos, que se propone preservar la memoria de lo sucedido durante el terrorismo de Estado y sus consecuencias en la sociedad, para construir la convivencia democrática y prevenir toda forma de autoritarismo preservando y sistematizando todo tipo de archivos para contribuir a la construcción de la memoria colectiva.En su lucha que es ejemplo de resistencia han llevado adelante reivindicaciones que ahora lo son de todo un pueblo, al punto que nuestro país va adelante en la batalla continental por los derechos humanos.
Ellas son:La investigación exhaustiva del destino de cada uno de los detenidos-desaparecidosEl juicio y condena a todos los responsables del Terrorismo de Estado.La nulidad de las leyes de impunidad para los responsables de crímenes de esa humanidad cometidos durante el Terrorismo de Estado: leyes 23492 (llamada Ley de Punto Final) y 23521 (Ley de Obediencia Debida), por inconstitucionales y contrarias al derecho internacional (Convenio de las Naciones Unidas contra la tortura, Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas).Derogación de los decretos de indulto que completaron el proceso de impunidad.Restitución de la identidad de todos los niños -hoy jóvenes- secuestrados, con conocimiento de quiénes son sus legítimas familias.
Nos enseñaron que la lucha por los derechos humanos es inclaudicable. Como en la primera ronda, Como en la primera nana con que acunaron a sus hijos. Con la misma voz con que gritaron frente al dictador. Con la palabra “madre” que nos parió a todos. Con la nana del amor, con el pañal en sus cabeza, enseñando al mundo que un pañuelo blanco puede engendrar la dignidad frente al horror primero y la impunidad después. Estas son las madres, las que nos enseñaron a danzar frente a la Pirámide. Las madres de los desaparecidos. Las mujeres de la resistencia.

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